La revolución del lanar
La difusión de la cría del ovino significó la primera modificación de la estructura rural desde la colonia. La lana quebró la “edad del cuero” y fue un vehículo de modernización, pues permitió al país ingresar a mejores niveles de explotación económica. El ovino impulsó la tecnificación del agro (baños, bretes, alambrado) y demandó mano de obra especializada, que se asentó en la tierra y ascendió socialmente gracias a él. Elemento de pacificación en el campo, permitió el surgimiento de un nuevo sector social con espíritu de empresa y mentalidad moderna, capitalista. La buena calidad de la lana amplió los mercados exteriores del país. Acentuó su dependencia pero diversificó nuestros productos exportables y nuestros mercados de consumo, distribuyendo esa dependencia entre varios centros económicos mundiales.
B. Nahum, “Manual de historia del Urguay, 1830-1903”
La estructura económica se modificó. El ovino se incorporó a
la explotación del vacuno en la estancia de 1850-1870. De acuerdo al censo de
1852, la existencia ovina se reducía a 800.000 cabezas que daban de 400 a 500 gramos de lana
criolla por cabeza, sólo apta para colchones. En 1868 la existencia se estimó
en 17 millones que rendían 1,150
gramos de lana merino por cabeza, pues ya se había
iniciado el mestizaje con ejemplares procedentes de Francia y Alemania. La lana
suple al cuero como principal producto de la exportación uruguaya en 1884 de
ahí en adelante, hasta que apareció con vigor la carne congelada en 1910-1920,
la lana fue el principal rubro de ventas al exterior.
Esta transformación fue ambientada por el alto precio de la
lana en el mercado internacional, debido sobre todo a la desaparición de la
fibra competitiva, el algodón, a raíz de la Guerra de Secesión en los Estados
Unidos (1861-1865).
El ovino que podía ser explotado en campos de pasturas de
calidad inferior y exigía 5 veces menos tierra por unidad que el vacuno, sirvio
de base al desarrollo de la clase media rural. También requería en los
comienzos, un incremento de mano de obra. El estanciero poseía ahora además del
vacuno criollo que casi solamente adquiria valor por su cuero, el lanar, que el
mercado europeo siempre compraba a buen precio.
El Uruguay de fines del siglo XIX tuvo así características
económicas que lo singularizaron en el contexto latinoamericano. Producía
alimentos - la carne - y satisfacía otras dos necesidades básicas del hombre,
su calzado, con el cuero, y su vestimenta con la lana. Sus mercados externos se
habían diversificados en vez de tender a la dependencia de un solo comprador.
Brasil y Cuba consumían su tasajo; Francia, Alemania y Bélgica, sus lanas; y
Gran Bretaña y Estados Unidos, sus cueros. Al comprarle Europa mercaderías que
ella también producía, el Uruguay gozó de una renta diferencial elevada, por
cuanto Europa mantenía sus ganados con más altos costos de explotación.
José Pedro Barrán
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